Todo en esta
vida llega a su fin. Hay veces que molesta ese momento y hay veces, como el
actual, que en cierta manera te alegras. Una despedida siempre es dolorosa y
triste y más cuando no se cuidan las formas y se va una persona a la que,
queramos o no, la hemos aguantado durante cuatro largos e interminables años.
Le puedes tener cariño, odio, aprecio o repulsa, pero algún sentimiento te
despierta. No me cabe la menor duda que se va un gran estratega, un metódico,
un amante de su faena, pero un hombre muy poco efectivo a la hora de transmitir
sus ideas y de preparar mentalmente a un equipo de élite, a un vestuario de
jugadores, muchos de ellos, malcriados y consentidos. No supo poner barreras,
no marcó su territorio y todo se le volvió en su contra. Saber gestionar un
grupo es la base del éxito y en eso, querido Unai, no estuviste a la altura. En
eso y en mucho más.
El momento que
estamos viviendo ahora, llega tarde. Esta temporada ha sido “de free”. Emery,
con todo lo que iba demostrando, no merecía seguir una temporada más dirigiendo
a este equipo. Pero a pesar de empezar a tener parte de la afición en su
contra, siguió adelante. Y siguió por la simple razón de ser el parapeto ideal
de un presidente caradura y egoísta, que nunca ha mirado por el bien del club
ni le ha importado lo más mínimo el bienestar deportivo. Unai, el lunes se dio
cuenta, nunca ha sido importante en esta entidad. Su persona estaba manipulada
constantemente por unos seres superiores. Siempre ha estado dirigido por una
oscura cúpula, los cuales nunca han mirado más allá de su propio interés. En
este sentido, una vez destapada “la caja de Pandora”, siento lástima, en cierta
manera, por él, por cómo se le ha tratado y por todo lo que ha tenido que
tragar. Su carácter bonachón lo ha hecho convertirse en el títere perfecto del
presidente y CIA. Ha cumplido una etapa en el Valencia, estos cuatro años,
logrando, a nivel de resultados, unos registros envidiables. En los tiempos que
corren no pretendemos ganar la Liga, por ejemplo. Sólo pedimos lo que tenemos,
competir por los títulos que las dos potencias mundiales detestan. Y ahora, la
pregunta en cuestión: ¿Con dos semifinales y un tercer puesto, objetivos
deportivos más que cumplidos, por qué cesar a Emery? Estimado lector, yo te lo
voy a responder a continuación, en una breve reseña de su etapa deportiva en el
Valencia.
Un entrenador
que se mantiene cuatro años en un cargo suele dejar huella en una entidad, poso,
materia prima, algo dónde se pueda agarrar el entrenador que le suceda.
Hablamos, como no, del famoso legado de Unai al Valencia. ¿Qué deja Unai como
herencia? No deja más que un equipo sin alma. Un equipo desdibujado, sin ningún
orden táctico, con una debilidad defensiva preocupante y con un inclasificable
estilo de juego. El entrenador que le preceda va a tener que construir desde
cero. Va a tener que traer el barro, mezclarlo con agua y moldearlo para
conseguir el jarrón que desee. Es preocupante que, tras cuatro años, no tengamos
unos cimientos sólidos como referencia para poder levantar la nueva casa, el
nuevo Valencia. Unai cumplió los
objetivos, pero no cumplió como entrenador. Muchos se escudan en las bajas que,
temporada tras temporada, ha tenido el técnico, como la de Villa, Silva o Mata.
De acuerdo, es difícil reponerse a pérdidas tan determinantes y reinventarse
para volver a crear un Valencia capaz de ser campeón de la “liga de los
pobres”. De eso no le resto mérito al bueno de Emery, pero tampoco habría sido
tan ardua tarea si hubiera labrado el terreno y si hubiera tenido una sólida
base. Con un patrón de juego definido y con una idea determinada sobre el
campo, por mucho que vendan a los estandartes, el club trae recambios, de menor
nivel seguramente, pero capacitados, como todos, para suplir esas bajas y
rendir en su puesto. ¿Qué sucede? Que ni Emery sabe cuál es su puesto, como
para que lo sepan sus jugadores. En los últimos capítulos de la “era Unai” ha
reinado la anarquía. Jugadores que, fruto de la improvisación, se han atrevido
con misiones futbolísticas fuera de su alcance. El técnico vasco creó, más que
un equipo, un ser inerte, con un juego plano y previsible, sin mordiente ni
armas de destrucción, con un sistema ofensivo con permanentes cortocircuitos y con
los resultados como escudo. Un conjunto sin hambre ni ambición, que deambulaba
por el campo sin rigor ni coherencia, buscando algún destello de luz que les
guiara al camino de la victoria.
Éste es, ni más
ni menos, el verdadero Valencia que deja, tras su marcha, Unai Emery. El
maquillaje, a causa de los buenos resultados, para muchos han difuminado,
durante este tiempo, las carencias futbolísticas de este equipo. Ahora, al
desnudo, sin trampa ni cartón, impacta, sorprende y asusta a propios y extraños.
Los repetidos bochornos y humillaciones, incluso a nivel europeo, han hecho que
perdamos la ilusión y la fe en este equipo.
Adiós UNAI. Pese a todo lo anterior, te
doy gracias por tu trabajo y dedicación. Espero que tengas suerte. Te vas por
la puerta de atrás, sin pena ni gloria. Pese a todo no te mereces éste final,
pero no somos nosotros, los aficionados, los que impartimos justicia en este
club de “pandereta”.
Bienvenido PELLEGRINO. Con la llegada
de “el Flaco” se abre una nueva época. De momento es de incertidumbre, miedo y
desconcierto por su inexperiencia, pero espero mucho de él. Estoy seguro que
nos va a devolver la dignidad y nos va a hacer un equipo capaz de competir,
guerrero, con brillo propio y con ambición. Somos el Valencia y pronto
volveremos a ocupar el lugar que nos corresponde en la élite del fútbol mundial.
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