lunes, 30 de abril de 2012

Sólo cifras: 17 de 51


El Valencia perdió en Málaga por 1-0, en un flojo por partido por parte del conjunto visitante. Un encuentro controlado en todo momento por los andaluces, cuya superioridad no se reflejó en el marcador final debido a varias paradas de mérito de Vicente Guaita.  


Otro partido para olvidar. El mismo, catalogado como una final por muchos de los participantes, fue –una vez más- un esperpento. Unai alineó, de inicio, a Maduro junto a Tino Costa. Claro que si, creación al poder. Pronto se vio –antes de empezar- quién iba a poner la cara y quién sería el atizador. Un encuentro dominado de cabo a rabo por el conjunto andaluz en el que el Valencia no tiró ni una mísera vez a portería.  Ese sería un buen resumen, pero vamos a desgranarlo un poco.

Unai dijo, en rueda de prensa que “el resultado era justo”. Bien, vamos con las cifras. Del partido es necesario rescatar dos paradas de mérito de Guaita, a las que se le suman innumerables llegadas, en las que no supieron definir los hombres de Pellegrini. Del Valencia, ni rastro. Un disparo de Soldado que salió por la banda opuesta y un lanzamiento desviado de Feghouli. Eso es todo. Señor Emery, si a eso le podemos llamar resultado justo, que viva la hipocresía y la autocrítica.

Seguimos terceros, gracias a que – al menos- no perdimos el gol average directo con el Málaga, hecho que recalca y mucho Unai. Cierto es que es importante, y más en un final ajustado. Pero, no sería necesario si en la segunda vuelta de la competición se hubiera sumado más puntos. El conjunto visitante – ese que sigue tercero una jornada más- lleva la friolera cifra de 17 puntos de 51 posibles. Una cantidad, si más bien no, de descenso directo a Segunda División. El calendario que resta, sólo tres partidos, nos es favorable respecto a los dos rivales directos. Al Valencia le queda, en casa, Osasuna y Villareal y visitar, en la última jornada, el campo de la Real Sociedad. En cambio, el Málaga –por ejemplo- visitará el Camp Nou y luego el Calderón, para acabar la Liga en casa con el Sporting. A priori, quedaremos terceros, más semifinales de Europa League y Copa del Rey. ¿Temporadón de Unai, no? Desgraciadamente no nos importa el qué, sino el cómo. Y la manera en que se van a conseguir los objetivos es muy triste. El partido de hoy ha sido un fiel reflejo de la floja temporada del Valencia en cuanto a juego.

Lamentablemente, y por mucho que nos duela, ya estamos anestesiados. Tras la derrota en la Rosaleda ha habido adjetivos varios –todos negativos- y poco más. Resignación es la palabra. Quedan tres partidos. La plaza Champions no la meremos –como ya dije hace tiempo- y empiezo a dudar de la de Europa League. Pese a todo, de los peores somos los mejores. La tercera plaza pasa por Mestalla y ahí –si los jugadores quieren, claro- se decidirá el futuro más inmediato del Valencia y, quién sabe, si del Villareal.

Un placer, @andreuserret (twitter y VAVEL).

viernes, 27 de abril de 2012

¿Última noche europea para...?


El Valencia cayó, de nuevo, ante el Atlético de Madrid, en el partido de vuelta de las semifinales de la Europa League disputado anoche en Mestalla. Salió derrotado el conjunto local, por la mínima, en un flojo partido por parte de ambos equipos, dónde la nota más negativa fue la lesión de Canales. Otra vez el ligamento cruzado de la rodilla derecha, otros seis meses de baja. Una desgracia. 


Una vez más, acabamos con una sensación de decepción un partido. Pero, preocupantemente, cada vez es menor. Es como si ya, nuestro cuerpo, haya creado anticuerpos para combatir ese sentimiento y somos, poco a poco, más inmunes. A mí, personalmente, la derrota y, a la postre, la eliminación no me ha sorprendió ni me dejó mal cuerpo. En primer lugar, por que no éramos merecedores de luchar por un puesto en la final, tras el partido de ida, y, en segundo lugar, por que en ningún momento del partido creí en la remontada. Un equipo plano, sin matices, sin dinámicas y sin apenas variantes no puede aspirar a mucho más que a una, regalada, tercera plaza en la Liga BBVA. El equipo, salvo veinte minutos en el primer tiempo, no fue capaz de crear peligro alguno sobre la puerta colchonera. Espoleados, por error, por Albelda, el equipo no tuvo profundidad ni finalización. Con Topal en la grada y Tino en el banquillo, Emery le dio el mando del partido y la bandera de la remontada al bueno de Parejo. Éste, que no está hecho para este tipo de encuentros aún, anduvo desorientado, y acobardado por los galones del general superior, dedicándose a una vertiente más defensiva. Intercambio de roles entre ambos jugadores –quiero pensar que de manera improvisada- que llevaron al Valencia a un nuevo fracaso.

Ese fue, a groso modo el partido de sesenta minutos que se jugó en Mestalla. No me he equivocado, el partido duró –si llega- sesenta minutos. Una fatídica acción marcó un antes y un después en el mismo. Estoy hablando, como no, de la lesión de Canales. Al ver la jugada repetida a todos se nos encogió el corazón. Desde el primero al último, y sin ser médicos ni expertos en medicina deportiva, ya sabíamos de la gravedad de la lesión. Otra vez la rodilla derecha. Otra vez, la desolación. El equipo y Mestalla se quedaron en estado de “shock” al ver, al joven cántabro, abandonar el campo en camilla, llorando, y envuelto, hasta la cabeza, con ese calefactor rojo. Era el hombre del partido, el hombre de la semana, ya que, por desgracia, no hemos podido disfrutar de él mucho más esta temporada. Da gusto verle flotar sobre el campo. Su alegría y desparpajo con el balón son una delicia para el espectador. Mestalla se ha quedado enamorada de Sergio. Estoy seguro que el de ayer no será su último partido como profesional. Va a volver, con más ganas si cabe, y conseguirá, una y mil veces, volver a levantar a los aficionados del Valencia de sus sillas, sacarles una sonrisa y, quién sabe, unas lágrimas de ilusión y agradecimiento. Desde aquí, mucho ánimo Canales, no te lo mereces.

Mientras el equipo lo asimilaba ese duro golpe, llegó el latigazo de Adrián. Mathieu entró en sustitución de Canales y, en una indecisión con Jordi Alba por ver quién cubría el lateral, llegó el gol visitante que mataba de todas todas la eliminatoria. El gol, por cómo parece detenerse el tiempo cuando controla el esférico, es parecido al de Iniesta en el Mundial de Sudáfrica. La pegó con el alma el asturiano y el portero sólo la vio pasar. Fueron dos ganchos directos al mentón valencianista, los cuales nos dejaron tumbados en la lona, sin una mínima reacción posible. De ahí al final, sobró todo. De hecho, sobró este partido en si, ya que, como dije en la entrada correspondiente al partido de ida, lo correcto hubiera sido darle el paso directo a la final al Atlético de Madrid tras la finalización del mismo.

De ser así, mucho nos habríamos ahorrado, como salud, dinero, y, sobretodo, la lesión del nuevo “mago” del Atlántico. La vida, a veces, es así de injusta. No nos queda otra que mirar hacía delante. Próximo duelo, directo por la Champions, en Málaga. Id preparando los paraguas, se avecinan nubes negras y densas. Es, nada más y nada menos, el futuro próximo de este club. No de la afición, la cual ayer volvió a demostrar, una vez más, que no merece estar representada por este equipo y por alguno de estos jugadores.  

Un placer, @andreuserret. 


lunes, 23 de abril de 2012

Una victoria balsámica


El Valencia consiguió, anoche, una victoria tan justa como necesaria que le sirve para seguir afianzado en esa tercera plaza de la clasificación y le asegura, salvo desastre absoluto, la presencia en, al menos, la eliminatoria previa de la UEFA Champions League a falta de cuatro jornadas por disputarse.  






La salida al campo del equipo fue recibida con pitos y abucheos por parte de la grada, cosa lógica después del bochorno del Jueves. El descontento inicial se mantuvo hasta que empezó a rodar el balón. Una vez impartido el castigo, era el momento de arrimar el hombro y animar. El equipo salió con ganas y dispuesto a enmendar la ya mencionada catástrofe europea. Ese buen arranque, pronto tuvo recompensa, gracias al tempranero gol de Jonás que tras recibir un balón de Parejo, tocó de primeras y por alto para Soldado, el cual se la devolvió con la cabeza, para que el brasileño se anticipara al defensor con la puntera y, así, subir el primer tanto al marcador en apenas seis minutos transcurridos. El equipo, espoleado por la grada, buscó más, ofreciendo un juego vistoso de la mano de Parejo y Canales, y bien resguardado atrás por Albelda. Lo que son las cosas. De estar prácticamente desterrado, a salvar la cabeza de Unai. Ese fue el patriota anoche. Impecable al corte y contundente al cruce, aunque, a veces, excesivo. Fueron unos buenos primeros veinte minutos, los cuales, hacían presagiar goleada. Pero, de manera incomprensible, el equipo se echó a dormir hasta el descanso. Economizaron esfuerzos, pensando en el jueves, debido a la escasa exigencia del rival, un Betis que en ningún momento del partido inquietó a Guaita.

El segundo acto, más de lo mismo. Control inocente de la pelota por parte del Valencia, con una tregua constante entre ambos equipos y con escaso juego ofensivo. El partido, abocado al aburrimiento, era un simple trámite, el cuál acabó en goleada. Una amplia renta de goles que sirven para coger moral de cara al trascendental partido del jueves, pero, no nos engañemos, ya que no fue del todo verídica. Quiero decir, se ganó por 4-0 y plácidamente, pero no fue un paseo triunfal con marchas de trompetas y tambores. Más bien se trató de una victoria gris, poco saboreada y a la cuál se le puede restar mérito debido a la injusta expulsión de Dorado antes de la hora de partido. Pocos minutos más tarde de esta decisiva acción, marcaría Feghouli el gol de la tranquilidad y los de Mel, si no lo habían hecho ya, bajaron de manera definitiva los brazos y se dejaron llevar aún más por el rival. De ahí al final, dos goles más en apenas tres minutos, gracias al buen hacer de Piatti, a su velocidad, a los espacios atrás de la defensa bética y a la fortuna de Soldado.

El encuentro acabó, con reconciliación con Mestalla. No podía ser de otra forma. El partido ante el Atlético de Madrid es demasiado importante como para estar desunidos. Ahora es el momento de hacer piña y de demostrar que, pese a todo, estamos con este equipo. Una vez finalice la temporada, se tomarán decisiones, al parecer, importantes. Estamos a un solo partido de una final europea. Vamos a luchar con todas nuestras fuerzas por participar en ella y representar al fútbol español, junto al Athletic Club, de una manera digna. Este equipo está diseñado para gestas y grandes momentos y Mestalla vivirá el jueves, posiblemente, la última noche europea con Unai. Creer que se puede remontar parece una utopía o, más bien un sueño. Es una misión complicada pero no imposible. Ha llegado la hora de la verdad. En un partido nos jugamos el prestigio de una entidad y la ilusión de una afición volcada con estos colores. No nos volváis a decepcionar.

Un placer, @andreuserret.

viernes, 20 de abril de 2012

Orgullo Herido

Pasadas cerca de veinticuatro horas, la indignación y el desconcierto de no saber porqué se jugó de esa manera ayer en el Calderón siguen en pie. Un partido que, sin duda alguna, pasará a los anales de la hemeroteca del club como uno de los peores que se recuerdan.


El partido en si fue otro de los regalos de Emery hacía la afición. Sinceramente, me alegro de lo que vi. Soy de los que piensan que más bajo no se puede caer. Hemos tocado fondo en un pozo fondo -demasiado- y oscuro, del cuál el Valencia lleva desde que empezó el año en caída libre e imparable. Sólo podía parar esto una ostia -con perdón- monumental y, ayer, nos la dimos. Repaso, sin paliativos ni excusas, del conjunto colchonero. Una derrota, más que dolorosa, que mató la ilusión de una afición que, horas antes, estaba entregada a la causa. Y eso es así porque somos más bien soñadores. Todos sabíamos cómo iba a empezar el encuentro, con unos minutos de asedio local y con el Valencia encerrado atrás, sin posesión y pidiendo ayudas divinas para no recibir un gol. Pues bien, no sólo fueron así los primeros minutos, sino el partido en su totalidad. Desde que tengo uso de la razón, por todos los errores que hubo y por la falta completa de actitud, creo que anoche presencié el peor partido posible. Por primera vez, mis lágrimas no fueron de alegría. Me sentí pisoteado, avergonzado, decepcionado y, lo que es peor, humillado. Fue una noche muy dura, la cuál costará olvidar y mucho.

La imagen del equipo fue intolerable. Un equipo que dio la sensación de entregar las armas antes de empezar el combate, mareado en todo momento por los constantes movimientos de los rivales, sin una ubicación clara en el campo jugador por jugador y sin ideas ofensivas. El despropósito hecho fútbol. No existió la defensa ni el ataque, sólo el portero. Rami y Victor Ruiz fueron más bien compañeros de los atacantes, los cómplices perfectos del asalto que sufrieron anoche los corazones valencianistas. Jordi Alba, superado en todo momento por la banda derecha del Atlético de Madrid, anduvo despistado e impreciso, mostrando un nivel deplorable, lejos de ganarse un puesto en la próxima Eurocopa. A todo esto, con Del Bosque en la grada. El medio el campo fue aún peor que la retaguardia. Menudo partido se marcaron la pareja Tino - Topal. Ni la olieron. Descolados en todo momento, se vieron superados por la media local, con continuos errores en la marca y en la entrega y sin ninguna salida limpia de balón. Vamos, una espejismo de aquel antológico partido del Bernabéu. Feghouli, la esperanza visitante por la brillante campaña que está realizando, fue una sombra difuminada sobre el verde del Manzanares. Contadas fueron las ocasiones en que tuvo la oportunidad de intentar un desborde o correr a la contra, culpables directos los dos anteriores. Mathieu, el incansable galgo francés, estuvo tapado en todo momento por un candidato a internacional, Juanfran, el cuál no le dio la más mínima opción de participar en el juego. Jonás, fue el protagonista de reavivar la pasión por estos colores y reactivar la esperanza al marcar el gol del empate justo antes del descanso, en una jugada de estrategia a la salida de un córner. Salvo esa acción, el resto del partido estuvo desaparecido, como viene siendo habitual en las últimas jornadas. Por último, Soldado. Ejerció de capitán, pero su mando se notó más bien poco. Aposté por él como abanderado del Valencia en el Calderón, como el hombre que nos iba a guiar camino a Bucarest. Me equivoqué. Del todo culpa suya no fue, ya que peleó los cuatro balones que le llegaron como gato panza arriba, aunque sin mucho éxito. Se vació sobre el campo, buscando ese ansiado gol que lo catapultara a la Eurocopa, pero pronto vio -como todos nosotros- que no iba a ser precisamente un partido plácido, donde poder lucirse. Hizo cuánto pudo pero, aún así, fue insuficiente.

El encuentro acabó y con él el sufrimiento. Lo mejor, por decir algo, el resultado. El Atlético de Madrid – el cuál se marcó el mejor partido desde hace años- consiguió un renta muy corta y dejó herido, pero no muerto, al Valencia. Aún no me explico cómo, después de ese aluvión ofensivo, con exhibición de Falcao, Arda y Diego, el conjunto che todavía sigue con ciertas esperanzas para la vuelta. El 2-0 o el 3-1 abren la puerta que nos separa de una nueva final europea. Sinceramente, después de presenciar el partido de ayer, creo que no somos merecedores de, tan siquiera, luchar por el trono europeo. La herida abierta en el orgullo, puede ser ya irremediable.

Un placer, @andreuserret

jueves, 12 de abril de 2012

Insípida victoria

Triunfo merecido ante el Rayo Vallecano ayer tarde en Mestalla. Los locales, por unas horas, recuperaron la tan ansiada tercera plaza de la clasificación y los visitantes, en cambio, van a seguir mirando de reojo el abismo de Segunda División.



Un flojo encuentro del Valencia sirvió para doblegar al segundo equipo de la capital de España. Lo que son las cosas. Cuando más se le achacaba al equipo de falta de puntería y efectividad, apareció. Un juego poco vistoso, con un planteamiento inicial rácano, sólo podía deparar un soporífero partido. Y así fue. El encuentro, en cuanto a calidad visual para el espectador, fue nulo. Desde el principio parecía que ambos salían en busca de un empate. Ambos firmaban la paz antes de disparar tan sólo la primera bala. En un partido extremadamente táctico, sin espacios en defensa y con un respeto propio de estas alturas de campeonato, pasamos la tarde entre bostezo y bostezo. El duelo era insoportable hasta que se le ocurrió al Valencia profundizar por las bandas –de lo poco salvable de este equipo aunque no lo parezca-. En una de esas subidas, cerca ya del descanso, llegó el primer gol, de Jonás. Gol de oportunista, no hay más. Con él, se llegó al descanso. Paradojas de la vida, fue el Valencia quién se adelantó en los minutos finales, y no el rival, cómo viene siendo costumbre.

Tras el descanso, la cosa cambió. Pero tampoco mucho. El Valencia seguía dominando y el Rayo, poco a poco, iba desperezándose. Ese despertar tardío empezó a preocupar al respetable. Poco a poco iban llegando con más peligro. Se fueron viniendo arriba cual periodista o aficionado del Madrid tras ganarle anoche al At. de Madrid –una cosa incomprensible vaya-. Y eso, pillos ellos, lo aprovecharon los chicos de Unai. Contra perfecta de Feghouli, el hombre del año, y finalización de killer de Jordi Alba. Todo parecía sentenciado, cuando al bueno de Pablo –digo bueno por no faltar- se le ocurrió ceder un balón a su portero sin levantar la cabeza. Una acción que, como no podía ser de otra forma, nos costó el gol y el run run en la grada de Mestalla. El mal, sin embargo, fue menos ya que pitaba el árbitro Paradas Romero. Él solito sacó del lió al Valencia, pitando un absurdo penalti de Arribas sobre Feghouli. Por las imágenes, parece dudoso. A mí, personalmente, en vivo me pareció pena máxima, la cual se encargó de transformar Jonás. Es curioso, pero dos balones que tocó Jonás, y los dos acabaron en gol. Doblete del brasileño en un partido, en lo personal, discreto.

La sentencia llegó al marcador y con ella los cambios. Mestalla se puso en pie para despedir al argelino y dar entrada a Sergio Canales, cinco meses después. Un momento, no cabe duda, emotivo. El joven cántabro nos va a venir como mano de santo para este final de temporada. Es un perfil de jugador extinguido en este equipo desde la salida del tan querido Pablo Aimar. Canales, para desplegar todo su talento, debe jugar detrás del punta, con dos guardaespaldas como son Tino y Topal, y con dos jugadores de banda. Cuando Emery se decida a ponerlo en ese sistema, el resultado puede ser escandaloso. Es un jugador que, ahora mismo, está cedido al Valencia. Yo insisto que desde el club hagan un esfuerzo económico y paguen su traspaso. Sinceramente, creo que hay futbolista para rato, siempre y cuando las lesiones lo respeten. El pase de hoy para el cuarto gol local, una muestra.

Para finalizar, un pequeño apunte sobre el futuro rival de la Europa League, el Atlético de Madrid. No es un equipo hecho. Se les llenó la boca de halagos y el corazón de ilusión cuando llegó Simeone. Hablaban de un “efecto”. Pues bien, ese efecto ha durado más bien poco. Es un equipo partido, con una defensa bastante floja. Será, sin duda, una eliminatoria abierta, dónde accederá a la final aquel que cometa menos errores defensivos. Ciertamente, va a estar igualada la cosa. A ilusión, está claro, no nos gana nadie y soñar, como todos sabemos, es gratis y está permitido.

Un placer, @andreuserret.

lunes, 9 de abril de 2012

¡ORGULLO CHÉ!


Señores, el Valencia tomó la palabra. Grandioso partido ayer en el Bernabeu. Un homenaje al fútbol exquisito. Partido vibrante y equilibrado que acabó con un justo empate, aunque con ciertos matices que vamos a destacar. Personalmente, hasta el día de hoy, el de ayer fue el mejor partido de la Liga, de largo.







Orgullo significa satisfacción por el trabajo bien hecho. Orgullo significa pasear el escudo con la cabeza bien alta. Orgullo significa recibir menosprecios del rival por la impotencia de no ser capaces de superarnos. Orgullo significa volvernos a colocar en la órbita del fútbol mundial con un partido memorable. Orgullo significa dar un puñetazo en la mesa y callar a toda la prensa de la capital –la famosa central lechera-. Orgullo significa quitarle al Madrid dos puntos vitales y acercar la liga al Barcelona. Pero sobretodo, orgullo significa sentimiento y pasión por un equipo, por unos colores, por una historia.
El partido de anoche fue una demostración más –como la de la Catedral- de que hay plantilla para aspirar a cotas más altas. Quedó demostrado que si quieren, pueden ganarle a cualquiera. Incluso, como pudo pasar anoche, al todopoderoso Real Madrid. El Valencia aguantó con seriedad y firmeza el empuje inicial del conjunto blanco y ahí estuvo el partido. Juntitos atrás, sin dejar espacios, con constantes ayudas defensivas y con las ideas claras a la hora de contragolpear. Una vez pasó el chaparrón de los primeros minutos, llegaron los mejores momentos del Valencia, llevados en volandas por un colosal trivote en el centro del campo. El Madrid, rendido a los pies del equipo ché, se encomendó a su santo particular y a la diosa fortuna de los palos para llegar a los minutos finales vivo. Una superioridad aplastante en muchos minutos del juego, propiciado por la anulación de funciones de Xabi Alonso, a manos de Tino Costa. El Valencia llegaba en oleadas al área blanca, con coherente subidas por parte de sus laterales y centrales y con combinaciones a velocidades de vértigo. En definitiva, vimos al Valencia de principios de temporada, aquel equipo con garra y orden.
Las consecuencias del partido fueron celestiales para el Valencia. Se recuperó ilusión, confianza y autoestima y, de paso, se reforzó la imagen dada ante el AZ el jueves pasado. Para el Madrid, catastróficas, ya que a falta de siete jornadas, todavía, han visto como su ventaja se reduce a sólo cuatro puntos con el F.C.Barcelona. Y lo que es peor, que da la sensación de llegar al final de temporada con el agua al cuello. La liga está siendo un calvario para los blancos. Esos que hace cinco jornadas atrás hablaban de pasillos, baños y demás cuando todo les era favorable, ahora se excusan en quejas arbitrales para tapar las numerosas carencias de su equipo. Lloros y más lloros, característicos de un equipo, en los últimos tiempos, perdedor.
Capítulo aparte merecen los técnicos. No voy a pedir perdón a Emery por pedir, hace una semana atrás, su cabeza a final de temporada porqué sigo pensando lo mismo. Cierto es, que su planteamiento, fue perfecto. Pero un partido como el de ayer no me vale para justificar una temporada. No a mí. Somos el Valencia y debemos y podemos aspirar a más. Aquello que pedimos a Unai es una continuidad en sus ideales. Es saber llevar a un grupo. Es saber motivar y dirigir una plantilla hacia el éxito deportivo. No pedimos la Liga, porque a día de hoy es una utopía, pero si pedimos lo de anoche. No es lógico que, con la tercera mejor plantilla de España, estemos a treinta puntos del líder. Emery hace tiempo que ha dejado de convencer en Valencia por la falta de buenos resultados y por la falta de claridad y transparencia en sus alineaciones. A estas horas, aún nos preguntamos porqué, sin ir más lejos, dejó a Soldado en el banquillo.
¿Y qué decir de Mou? Aquel entrenador vitoreado por sus éxitos en media Europa y alabado por su comportamiento de niño pequeño por la prensa de la capital. Su actitud anoche, vergonzosa. Al igual que su discípulo Karanka y su apóstol Pepe. Ambos tres sacaron a pasear lo peor de ellos en este domingo de Resurrección.
En unas horas jugará el Málaga. Seguramente ganará y nos quitará el tercer puesto de la clasificación. Algo lógico y merecido si echamos la vista atrás. Al fin y al cabo, cada uno tiene lo que se merece. El Valencia, la cuarta plaza y el Real Madrid la segunda.

Un placer, @andreuserret

lunes, 2 de abril de 2012

Mentalidad Anarquista

El Valencia perdió ayer una gran oportunidad de distanciarse de sus rivales directos por la tercera plaza. No logró pasar del empate en el derbi “municipal” con el Levante.

La tarde no podía empezar mejor. Mestalla lucía un aspecto de día grande. La gente, animada por una promoción publicitaria, se animó a ir al campo, con la ilusión de ver una película diferente a la de estos últimos tres meses. El equipo llegaba con muchas bajas, algunas de ellas –Soldado y Jordi Alba- significativas. Volvía Albelda al once inicial, formando pareja con Parejo. El capitán, en su línea de destrucción, acabó siendo sustituido y abroncado por el respetable. Unai formó de inicio con Aduriz y Jonás en punta, arropados por Feghouli y Pablo en las bandas, con la constante presencia de los laterales Barragán y Mathieu. El equipo, como viene siendo habitual, se comportó en el primer tiempo, con una posesión que sobrepasó el 70% pero con pocas ocasiones claras de gol. El Levante, ordenadito atrás, esperó una y otra vez a la contra.

El descanso llegó, con cierta conformación en la grada y con ventaja en el marcador gracias al gol de Jonás, con jugada hilvanada entre Aduriz y Feghouli. Durante el descanso, todos éramos conscientes de qué nos iba a deparar el segundo tiempo. Todos le teníamos miedo, y con razón. El Valencia salió dormido, con esos quince minutos que suele regalar al contrario y, éste, lo aprovechó. Tras el gol, al Valencia le entraron las prisas. Se olvidaron esquemas tácticos –si es que había alguno premeditado- y se lo jugaron a cara o cruz. Podría haber pasado cualquier cosa, pero el resultado ya no se movió.

El jueves, otra final. Esta vez, en Europa. Toca remontada. Veremos si lo hacen desde el rigor o desde la anarquía, de no saber cuál es su rol en el campo. De mentalidad ganadora, cero. El Valencia, sin las remontadas, sería líder. Ha quedado más que demostrado que no saben mantener un resultado a favor y que el sistema defensivo hace aguas por todas partes.

Un placer, @andreuserret