Pasadas
cerca de veinticuatro horas, la indignación y el desconcierto de no
saber porqué se jugó de esa manera ayer en el Calderón siguen en
pie. Un partido que, sin duda alguna, pasará a los anales de la
hemeroteca del club como uno de los peores que se recuerdan.
El
partido en si fue otro de los regalos de Emery hacía la afición.
Sinceramente, me alegro de lo que vi. Soy de los que piensan que más
bajo no se puede caer. Hemos tocado fondo en un pozo fondo
-demasiado- y oscuro, del cuál el Valencia lleva desde que empezó
el año en caída libre e imparable. Sólo podía parar esto una
ostia -con perdón- monumental y, ayer, nos la dimos. Repaso, sin
paliativos ni excusas, del conjunto colchonero. Una derrota, más que
dolorosa, que mató la ilusión de una afición que, horas antes,
estaba entregada a la causa. Y eso es así porque somos más bien
soñadores. Todos sabíamos cómo iba a empezar el encuentro, con
unos minutos de asedio local y con el Valencia encerrado atrás, sin
posesión y pidiendo ayudas divinas para no recibir un gol. Pues
bien, no sólo fueron así los primeros minutos, sino el partido en
su totalidad. Desde que tengo uso de la razón, por todos los errores
que hubo y por la falta completa de actitud, creo que anoche
presencié el peor partido posible. Por primera vez, mis lágrimas no
fueron de alegría. Me sentí pisoteado, avergonzado, decepcionado y,
lo que es peor, humillado. Fue una noche muy dura, la cuál costará
olvidar y mucho.
La
imagen del equipo fue intolerable. Un equipo que dio la sensación de
entregar las armas antes de empezar el combate, mareado en todo
momento por los constantes movimientos de los rivales, sin una
ubicación clara en el campo jugador por jugador y sin ideas
ofensivas. El despropósito hecho fútbol. No existió la defensa ni
el ataque, sólo el portero. Rami y Victor Ruiz fueron
más bien compañeros de los atacantes, los cómplices perfectos del
asalto que sufrieron anoche los corazones valencianistas. Jordi
Alba, superado en todo momento por la banda derecha del Atlético
de Madrid, anduvo despistado e impreciso, mostrando un nivel
deplorable, lejos de ganarse un puesto en la próxima Eurocopa. A
todo esto, con Del Bosque en la grada. El medio el campo fue aún
peor que la retaguardia. Menudo partido se marcaron la pareja Tino
- Topal. Ni la olieron. Descolados en todo momento, se vieron
superados por la media local, con continuos errores en la marca y en
la entrega y sin ninguna salida limpia de balón. Vamos, una
espejismo de aquel antológico partido del Bernabéu. Feghouli,
la esperanza visitante por la brillante campaña que está
realizando, fue una sombra difuminada sobre el verde del Manzanares.
Contadas fueron las ocasiones en que tuvo la oportunidad de intentar
un desborde o correr a la contra, culpables directos los dos
anteriores. Mathieu, el
incansable galgo francés, estuvo tapado en todo momento por un
candidato a internacional, Juanfran, el cuál no le dio la más
mínima opción de participar en el juego. Jonás,
fue el protagonista de reavivar la pasión por estos colores y
reactivar la esperanza al marcar el gol del empate justo antes del
descanso, en una jugada de estrategia a la salida de un córner.
Salvo esa acción, el resto del partido estuvo desaparecido, como
viene siendo habitual en las últimas jornadas. Por último, Soldado.
Ejerció de capitán, pero su mando se notó más bien poco. Aposté
por él como abanderado del Valencia en el Calderón, como el hombre
que nos iba a guiar camino a Bucarest. Me equivoqué. Del todo culpa
suya no fue, ya que peleó los cuatro balones que le llegaron como
gato panza arriba, aunque sin mucho éxito. Se vació sobre el campo,
buscando ese ansiado gol que lo catapultara a la Eurocopa, pero
pronto vio -como todos nosotros- que no iba a ser precisamente un
partido plácido, donde poder lucirse. Hizo cuánto pudo pero, aún
así, fue insuficiente.
El
encuentro acabó y con él el sufrimiento. Lo mejor, por decir algo,
el resultado. El Atlético de Madrid – el cuál se marcó el mejor
partido desde hace años- consiguió un renta muy corta y dejó
herido, pero no muerto, al Valencia. Aún no me explico cómo,
después de ese aluvión ofensivo, con exhibición de Falcao, Arda y
Diego, el conjunto che todavía sigue con ciertas esperanzas para la
vuelta. El 2-0 o el 3-1 abren la puerta que nos separa de una nueva
final europea. Sinceramente, después de presenciar el partido de
ayer, creo que no somos merecedores de, tan siquiera, luchar por el
trono europeo. La herida abierta en el orgullo, puede ser ya
irremediable.
Un
placer, @andreuserret
Un esperpento al que lamentablemene estamos acostumbrándonos demasiado. Veremos si el final de temporada nos trae nuevas ilusiones de cambio, porque lo que hay ya no tiene solución ninguna.
ResponderEliminaraludos y a ver si aún con ayuda divina se puede pasar a la final. Aunque confianza en el equipo hay poca la verdad
Pues si, Ángel. La confianza en este equipo ahora mismo es nula. No he querido decir que la eliminatoria está sentenciada ya que son capaces de lo mejor y de lo peor. El tercero de la Liga no puede ser imprevisible de manera continua. Algo tiene que cambiar.
EliminarUn saludo y gracias.