Hace unas horas que se bajó el
telón en Bangkok y ahora florece, en mi interior, la sensación de estar desubicado,
de querer más. Han sido 18 días apasionantes. El resultado final, a nivel deportivo, es casi anecdótico. El galardón que obtengo no es palpable, concreto.
Todo empezó como un simple juego. Desconocido para mí, me lo tomé como un reto más en mi vida. De descendencia aragonesa, una de mis virtudes, a la par que defecto, es la cabezonería y la implicación desinteresada. La lucha diaria por los sueños. Y esta Copa del Mundo era, y ha sido, uno de los más bellos de alcanzar.
Inconsciente de la magnitud del
evento, tendí mi mano inocente. Pronto me dí cuenta que no era dueño de la
situación, ni de mis pasiones. Me adentré en un frondoso bosque, lleno de
trabas. Era un lugar desconocido. Un contexto virgen por explorar. Había aterrizado
en un nuevo mundo, el cual me aguardaba un sinfín de inéditas texturas.
Preparé aquello que consideré
esencial y me personé, con la mejor de mis intenciones, a la causa. De la mano
de todo un conjunto de gente maravillosa fui, palmo a palmo, iluminando las
porciones de terreno que tenía ante mí. Ilusión y ganas no me faltaban pero el
conducir un vehículo de tal calibre, sin el pertinente periodo de adaptación,
iba a complicar, más si cabe, la situación. Todo arranque es convulso y poco
agradable, pero percibí que, con insistencia y perseverancia, podía lograr
alcanzar una meta que, años atrás, parecía lejana.
Pronto me quitaron las ruedas supletorias
de la bicicleta y me obligaron, cual pájaro prematuro, a investigar y razonar
por mis propios medios. Ante el vértigo de las primeras pedaladas, no tardé en lograr
estabilizarme, sabedor que el tiempo es oro y que no había margen para el
disfrute. Y así, sin mayor respaldo, inicié un camino que me llevaría a
recorrer los confines más insospechados del planeta.
Aclimatado al medio, y al lugar,
empecé mi labor, sin pensar en las consecuencias posteriores. Logré aislarme de
tal manera que perdí, por momentos, la noción de la realidad. Sumido en un
ambiente agradable y placentero me dejé llevar. Libre de preocupaciones, mi único
objetivo era el de formarme de la manera más completa posible para ofrecer
información de rigor y coherente.
Finalizada mi misión, con éxito, vuelvo
a casa. Ahora siento que echo de menos lo vivido. Me invade una sensación de vacío casi
apocalíptica. Me cuesta expresarme. Tengo la sensación de estar desnudo ante
los ojos de quien me rodea. Y es que una parte de mi se ha quedado allí, en uno
de los países más exóticos de Asia, para siempre.
Me ha encantado. Has sintetizado de manera excelsa la progresión que has mostrado en tu "iniciación" en el fútbol sala, la cual se ha saldado con la máxima nota posible. Sin "peros", sin malos gestos ni muecas que torpedeen el trabajo colectivo. Has sabido aclimatarte y ofrecer con oficio tus cualidades periodísticas. En definitiva, has potenciado los valores del compañerismo.
ResponderEliminarEres un ejemplo de que cualquier reto, pese al desconocimiento que plantee, puede ser superada. Un ejemplo de periodismo. Enhorabuena. :)
¡¡Muchas gracias por tus palabras compañero!! Un placer trabajar junto a ti :)
Eliminar